Te hablo de mi madre
la que inventaba paraísos
para esconder su dolor.
Te hablo de sus manos
que cosían sonrisas
y pegaban botones
como pequeños trofeos
de íntimos triunfos
que nadie comprendía…
Te hablo de mi madre
la que corría a enfrentar
los aguaceros
y tapaba los espejos de la casa
con sábanas blancas,
iluminaba nuestro temor
con veladoras
y rezaba el rosario de prisa
para que ocurriera el milagro,
antes de que los relámpagos
se apoderaran de nuestro aburrimiento.
Te hablo de mi madre
la que alargaba el carnaval
todo el año,
imaginando vestidos
con telas disfrazadas de mar,
y acallando el desespero de las ollas
ya listas para el alimento
y el fuego…
Te hablo de mi madre
porque ella era el tiempo,
era la ciudad
y era el mundo.
Era la semana entera,
la misa del domingo
el rosario de la aurora
y la bendición del niño Jesús de Praga.
Era los cuarenta centavos
que costaba ir a cine
y las que nos pagaba ilusiones
en la tienda de la esquina.
Te hablo de mi madre
porque enmudeció hace años
cuando el tiempo y el espacio
enredaron sus días
y mezclaron la infancia
con su edad madura,
el río y la casa de su pueblo
con la soledad de sus últimas horas…
De eso te hablo…
antes de que la memoria
me abandone
y se consuma para siempre
el inventario de mis alegrías.
Qué orgullo tener un hermano tan sensible, con el alma inmensa, con la sensibilidad a flor de piel. Con un amor bonito, que día a día aumenta mi sonrisa y me hacen mirar a Dios y agradecer por la vida de mi amado hermano..
Simplemente: hermoso!
Divina tio Alfredo