Y aqui estamos, en el cuarto de al lado, repartiendonos las palabras, los silencios, las esperanzas y las ilusiones del muerto.

En el recinto del velorio, dos cirios, ninguna corona, el murmullo aburrido de dos vecinas perpetuando el rosario y los sollozos casi imperceptibles de la portera. Nadie le conocio nunca un familiar cercano ni le vimos recibir visitas de amigos de la infancia o de sus paisanos. Pero ahí estabamos.

Guardianes de la palabra, herederos del misterio de su vida, testigos irrebatibles de su aburrimiento.

Hoy somos cuatro, pronto seremos tres o dos. Todos escogimos el oficio de la poesia, que es el mismo de la pobreza.

Pero seguimos aquí, esperando que el fuego agilice la muerte definitiva para poder llevarnos el ataud.

Es lo unico que tenemos, los del cuarto de al lado. Solo lo prestamos a los poetas!